Todo aquel que utilice habituamente un ordenador y tenga una cuenta de correo, está familiarizado con el fenómeno del spam. El correo electrónico es una herramienta extremadamente útil que podemos decir que se ha impuesto masivamente en la forma de comunicarse de las personas. Y lo ha hecho en un espacio de tiempo récord. Pero asociado a este beneficio, ha surgido el fenómeno del spam. Montones y montones de correos vendiéndonos cosas, proponiéndonos dudosos negocios o cualquier otra cosa que nosotros no hemos pedido. He leído que hasta el 90% del correo electrónico mundial es spam. Y desde luego no parece que este problema tenga una solución a corto plazo.
Pero este fenómeno que todos conocemos no es de lo que verdaderamente quería hablar. Es de otro tipo de spam. El televisivo, radiofónico, o de internet, que nos bombardea a diario. Actualmente tenemos acceso a una cantidad de información inimaginable hace tan solo veinte años. Eso podría hacernos pensar que nuestra sociedad está formada por una mayoría de personas informadas y en cierta forma, cultas. Pero no es eso lo que nos dicen los informes de hábitos de lectura, rendimiento escolar y todos aquellos que miden , directa o indirectamente el nivel cultural de la gente.
¿Cómo puede ser eso? ¿Para qué sirve entonces ese acceso a la información?.
No sé si ustedes lo habrán notado , pero cuando uno emprende la dura tarea de cargarse un telediario, o de leer un periódico generalista, se enfrenta a toneladas de información irrelevante para su vida y que no le afecta en absoluto.
Si hay un accidente de tráfico, intentan sacar las imágenes más escabrosas posibles. Si hay una agresión en un colegio, siempre relatan el testimonio más alarmista que encuentran. De los programas del "corazón",.... ni merece la pena comentarlo.
Parece que alguien haya dicho: ya que no podemos parar el acceso a la información, metamos toda la que encontremos, cuanto más irrelevante mejor, cuanto más ruido mejor. Así formaremos una barrera que impedirá a la mayoría obtener los datos verdaderamente interesantes. Consecuencia: es lo mismo ser un campesino del siglo XVIII metido en lo profundo de una aldea rural, que una persona normal enfrentándose a la montaña de información indiscriminada que nos asalta.
En el mundo que nos movemos hoy existe tal nivel de ruido, que podemos estar todo el día viendo la televisión, oyendo la radio o navegando por internet y no enterarnos de nada relevante para nosotros. Puede que sea tan malo no tener información como tener tanta que seamos incapaces de separar lo bueno de lo malo, lo relevante del ruido.
Entonces creo que se explica este desajuste entre el nivel cultural que observamos en los estudios y encuestas, y los enormes recursos formativos que tenemos. Simplemente puede que estemos saturados de información.
Por supuesto, aquí he metido en el saco a dos tipos de fuentes de información que son intrínsecamente diferentes: las fuentes unidireccionales y las interactivas. Las primeras son la televisión, la radio, los periódicos... y las segundas son básicamente las que nos brinda internet. En el primer grupo el ruido irrelevante es tan elevado, que quizá lo más sensato podría ser evitar toda exposición a su información. Se puede pensar que merece la pena perderse el 1% de información valiosa por ahorrarse el 99% de ruido.
El segundo grupo, el de las fuentes interactivas, es diferente. Es aquí donde el usuario, el receptor de la información, elige. Depende de tí acceder a fuentes valiosas, o a basura que solo te confunde. En cualquier caso el usuario puede elegir, lo que lo hace más interesante.
¿Existe una solución a este nivel de ruido? Pues yo creo que no. Todo lo que no pase por censurar contenidos, es inútil. Y la censura de información ,tenemos una amplia experiencia, siempre crea más problemas de los que soluciona.
El resultado es una bonita paradoja: Para recibir una buena información y distinguirla de la perjudicial o inútil, hay que ser una persona bien informada. Típico bucle recursivo que tanto nos gusta a Art y a mí.
Los problemas puede que no cambien nunca en su fondo. Solamente en su forma. Y quizá sea igual a efectos prácticos la situación del campesino que mencionábamos antes a la de la persona actual , con la montaña de información a la que se enfrenta. Escasez y saturación, dando el mismo resultado.
Pero sí hay diferencias. Por lo menos una. Antes los ignorantes no podían cambiar su suerte, mientras que ahora está en nuestra mano informarnos bien.
Aunque , ¿quien es capaz de hacerlo?
Saludos.
jueves, 31 de enero de 2008
El spam en nuestras vidas.
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